Está nevando en el jardín y en mi casa no hay mucha
calefacción, me debatía entre volver a poner verde en twitter “La vida de
Adele” o escribir un rato, y aquí estamos.
Hay algo que debéis saber antes de seguir leyendo este
blog, y es que, como bien saben los pocos amigos que poseo, tengo una curiosa habilidad que me ha llevado a bastantes situaciones comprometidas, y es
mezclar el humor con el sarcasmo, cosa no recomendable a menos que no quieras
llevarte una buena bofetada de quién no puede o no quiere captar el “humor” que
destila cada una de mis frases.
Os mostraré un ejemplo gráfico: Al dejarlo con mi ex, mis
amigas me llevaron “de fiesta” o lo que es lo mismo; una vil encerrona para
presentarme a “una chica que es muy mona y que te va a encantar”.
Personalmente no tenía ninguna gana de conocer a nadie,
estaba jodida y si algo se me da bien es amargarme solita, no necesitaba
contagiar a nadie con mi pésimo estado de ánimo… peeero el Jaggermeister esa
noche parecía manar mágicamente de los vasos de tubo y acabé bastante
“afectadita” por las cabronas de mis “”””amigas”””.
Total, que me presentan a la víctima, a la supuesta mujer
que me iba a hacer que olvidase todo con un buen polvo y un desayuno a medio
correr por coger el primer tren de la mañana hasta casa. Pero yo no quería ni
el polvo ni desayunar; necesitaba un buen café y unas mantas en las que
perderme hasta el día siguiente.
La chica en cuestión era bastante mona y algo tímida, cosa
que hizo que todo se fuese de las manos, porque, dentro de su mundo interior se
encontraba una terrible feminista radical, cosa que desconocía por su aspecto
de Lina Morgan.
Acababa de llegar del
baño, y lo primero que se me ocurrió soltar es: “Disculpa la tardanza, es que
me he dejado el camión en doble fila, ¿unos whiskies? Eso es muy de invertidas, ¿no?”.
Menos mal que acompañé la frase de un guiño, porque según
iban pasando los segundos de silencio incómodo una vena enorme le salía de la
sien.
Yo estaba más borracha que Masiel, por lo tanto no me pispé
de nada y seguí comportándome como siempre que bebo demasiado, osea, como una mamarracha
perdida, pero pensé (craso error) que la chica tendría sentido del humor.
Unos chupitos después en la barra acabé aplacando su ira con
conversaciones sobre Rayuela y algo de indie nacional (lo que viene siendo el
tema de todas las bolleras). La cosa es que me arrastró a la pista porque a
Doña Lina Morgan le apetecía bailar, a mi no me hacía ni putísima gracia y sin
planearlo le amargué la noche a nuestra "tonta del bote".
Me preguntó por qué no me movía y le contesté con una
sonrisa de oreja a oreja: “Yo es que no salgo mucho de la cocina, y como estoy
todo el día fregando no me da por hacer coreografías. ¿Y tú? ¿Friegas o
bailas? Ya veo que bai…”.
Y ahí llegó. Nuestra pequeñita y adorable Lina Morgan se
convirtió en Hulk, y noté el calor de una sincera pero fuerte HOSTIA con la
mano abierta en la cara (no me dolió porque estaba borrachísima, pero a la
mañana siguiente tenía cinco dedos marcados en mi mejilla).
¡HETEROPATRIARCADO!
Me llamó de todo. Mis amigas estaban flipando en full HD y
un camarero de la discoteca había puesto una cara de “uhhh, eso ha dolido
¿eh?”. Preciosa noche, insuperable compañía. Un 10 sobre 10 en comunicación
verbal, adiós polvo y adiós desayuno. Hola, café y mantita (y una bolsa de
guisantes congelados).
No es la primera mujer que me da una bofetada, pero es que
lejos de la cama no me suelen gustar mucho.
Conclusión: No es Lina Morgan todo lo que reluce.
Que tengáis un día dramáticamente tortillero, espero que
nunca seáis tan gilipollas como yo ni tan radis como nuestra entrañable Lina
Morgan.